Voy hablar de una mujer
con todo mi corazón
y con todo mi gran ser.
Esa que me trajo al mundo
y me dió vida al nacer.
Hoy tiene grises pestañas
y mejillas arrugadas,
y quiero ver compensadas
sus heróicas hazañas.
Bendita sean tus entrañas
donde consevido fui.
Si del nacer hasta aquí,
he visto madre querida
que grande ha sido en la vida
tu sacrificio por mi.
Tu cariño dulce madre
nadie lo puede igualar.
Ni siquiera comparar
con el amor de mi padre.
Y aunque el dolor me taladre,
el día
de
tu partida
a tu lado yo estaré
y en tu lápida escribiré: ¡Madre de mi corazón!
¡Gracias por darme la vida!