

Ven a
verme esta noche, el paisaje insondable de
aquella alfombra amiga que sintió tus
pisadas, te enseñaré que aún queda, sobre
sus hilos tersos la huella de tu planta y
el color de tu cuerpo como una
llamarada.
  
Ven a verme esta noche. Solamente mis ojos te dirán muchas
cosas bajo el círculo ambiguo de sus niñas
enfermas; lo que sufrí llorando cuando te
fuiste un día, el vacío sin luces que me
brinda tu ausencia, la voz de mis sentidos
que te grita, incesante, y el minuto hecho
siglo del alma que te espera.

Ven a verme esta noche. Tu
besarás mis manos, yo besaré tu frente, y un silencio
infinito rodará entre nosotros cóncavo y
atrayente, con negruras de abismo. Será
entonces que absortas mis pupilas cansadas te
verán tiernamente, y el labio enmudecido
baibuceará su llanto, y para perdonarte mi
voz tendra ternurá ternuras de mujer y de
niño.

Ven
a verme esta noche. Iremos a sentarnos
junto al lar incendido, donde
llora el recuerdo por lo que ayer
perdimos. Ven a verme esta
noche. Mientras la luna tenga redondeces
de vida, estaremos tan juntos como
juntos estábamos, en los lejanos
días

Después; cuando el destino
reclame tu presencia te marcharás de
nuevo, y yo me quedaré dentro de mi propio
olvido, y los ojos prendidos al
recuerdo.

Me quedaré dentro de mi propio
olvido, pero siempre en vigilia consagrado
a tu espera, y si un día de tantos a mi
alcoba volvieras, encontrarás el alma sumisa
y de rodillas, de rodillas,
rezando, cuenta a cuenta el rosario, de mi
vida... y tu espera.
Carlos Mc Gregor
Giacinti
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