Dentro de estas cuatro paredes
que no dejan de apretarme,
me siento enjaulada con manos atadas.
Veo en mi rostro acabado
una imagen de melancolía.
Siento mi cuerpo hundirse sobre esta cama…
desapareciendo del exterior,
tratando de encontrar ese extremo desconocido.
Sólo media luz alumbrando mis ojos…
mi rostro que ya no puede más.
Escuchando esa melodía impecable,
sintiendo el roce de las sábanas
que me piden libertad.
Inventando esas fotos
con rostros y sonrisas fingidas…
un autorretrato que no acabo de comprender.
Mis manos tiemblan…
quieren tocar cosas distintas,
no las mismas que las abruman.
Obsesionada con un solo nombre
que me da la esperanza eterna…
ese nombre de pensamientos constantes.
Dibujando una fase en mi imaginación,
tratando de armar un rompecabezas
con piezas faltantes y el resto de ellas…
inventándolas.
Inventando una historia sin fin
en esta mente aprisionada.
Oliendo ese perfume que me hostiga,
que no lo soporto
y mas sin embargo lo llevo sobre mi.
Sintiendo la humedad de mi prisión.
¿En dónde estoy? No lo sé
¿Viva? O posiblemente muerta.
¡Sí! eso es, viva...
Pero dentro de un ataúd totalmente negro.
Unas persianas que no puedo abrir,
que me impiden ver el exterior…
la luz…
la realidad.
¡Qué hermoso color de paredes!
¡Qué color tan
tierno!
Pero yo sólo puedo ver ese color oscuro…
abrumante…que opaca mi cuerpo y mi mente.
Mi mente que sólo ve sombras
que no alcanza a comprender ni distinguir…
algunas parecen del pasado y otras del presente.
¡Estoy viva!
Pero qué amarga es mi realidad…
esta ceguez
que no me permite
ver más allá de mis pensamientos…
de mi imaginación.
Por:
Maria
Eugenia
Maciel
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2002
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Reservados
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