A usted señora, autora de mis día.
regidora de mi conducta.
Le agradezco el haberme otorgado
la mayor parte de su vida.
El haberme hecho ver la realidad y sentirla.
A usted que me ha inspirado seguridad.
y que me siente parte de su cuerpo…
de su piel…
...de su carne.
A la que puede sentir mis pensamientos,
la que sufre cuando sufro…
la que ríe cuando río.
Señora hermosura interior, belleza exterior.
A la que con sus reproches
me ha hecho sentir tan pequeña
cuando me he equivocado.
A la que ha hecho muchos logros con sus hijos.
A la que siente que tiene unas valiosas joyas
que hay que pulir cuando se necesite…
cuando se estén opacando.
A usted merecedora de todos los privilegios del mundo
por haber logrado algo
que usted cree no acaba de terminar.
A usted que cierra sus ojos
para imaginar que todavía somos unos niños,
pero que al abrirlos se da cuenta
que ya sabemos caminar…
movernos por nuestros instintos
y a la que sufre por esto.
Madre, mantenga sus ojos bien abiertos,
por favor…no los cierre nunca.
No quiero dejar de ver ese brillo de sus ojos.
A usted señora...le otorgo mi amor,
mi pensamiento y mi vida entera.
A veces los hijos somos muy injustos
y ultrajamos los sentimientos de los nuestros.
Tú, madre…eres mi paradigma.
Subiré muchos peldaños,
pero siempre irás de mi lado…conmigo.
A usted señora, con todo y mis inquietudes de juventud
y nuestras algunas diferencias…
A usted señora,
la quiero más que nada en este mundo.
Gracias por ser mi madre…
Te amo.
Autora: Maria E. Maciel
© 2002 Derechos Reservados
Noviembre 2002
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